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jueves, 15 de abril de 2010

Acústica: Nota para Revista Teatro Colón - abril 2010

Paredes que oyen

La preservación acústica de la sala del Teatro Colón, a cargo de los ingenieros Rafael Sánchez Quintana y Gustavo Basso, expertos en la materia, es uno de los grandes retos de su remodelación y puesta en marcha.

En este reportaje ahondamos en sus claves, técnicas y previsiones.

POR BRENDA SABINA BERSTEIN

La calidad acústica de un espacio se establece, más allá de las mediciones físicas, a partir de la percepción de los oyentes. Es por eso que el especialista en acústica, Leo Beranek y su colega Hidaka realizaron en 2000 un estudio en el que recopilaron las opiniones de veintidós reconocidos directores de orquesta acerca de cuáles eran para ellos los mejores teatros de ópera en el mundo. El resultado: el Colón salió primero, seguido a cierta distancia por la Semperoper de Dresden y la Scala de Milán.

Unos años después, en 2003, Beranek repitió la metodología de su estudio, pero esta vez para clasificar los auditorios de música sinfónica. En esa oportunidad el Colón salió tercero, luego de dos salas construidas específicamente para ese fin: la Grosser Musikvereinssaal de Viena y el Symphony Hall de Boston.

El Teatro Colón ocupa evidentemente, un lugar único a nivel mundial entre las salas para diferente tipo de música. Es esa característica única la que se busca preservar durante los trabajos de restauración y puesta en valor.


La magia del sonido

En 2001 comenzaron los trabajos de restauración y puesta en valor del edificio histórico del Teatro Colón, su plaza y su caja escénica. Una de las grandes preocupaciones en el marco del mismo fue –y lo es hoy- la de preservar el comportamiento acústico de la sala, que como queda dicho, resulta único en el mundo.

Para realizar esta tarea, el primer paso ha sido contar con un equipo de especialistas que pudiera encarar profesionalmente esta tarea. Así fue como a partir de 2003 y 2004 respectivamente, los ingenieros Rafael Sánchez Quintana y Gustavo Basso asumieron el reto.

Lo primero que hicieron fue tratar de lograr un conocimiento lo más preciso posible de cómo funcionaba la sala. Para ello consultaron planos arquitectónicos, archivos históricos del teatro, estudios acústicos previos, simulaciones digitales y diferentes análisis auditivos realizados por músicos y especialistas.

En primera instancia procedieron a medir la relación de aislamiento en relación al exterior. Si bien en la sala en sí, la aislación era muy buena gracias a los dobles cortinados de pesado terciopelo en cada entrada, descubrieron que había algunas mejoras para realizar en la parte posterior del escenario, orientada hacia Cerrito. Allí había severas filtraciones ocasionadas por el ruido del tránsito, ya que puertas y ventanas nunca fueron pensadas para acallar la densidad automovilística que circula en la actualidad por la zona.

En una anécdota divertida nos contaba Quintana que, intentando medir la aislación de los techos en días de lluvia, debieron simular la caída de agua natural en un día soleado. Así fue que llamaron a los bomberos, quienes tiraron agua con sus mangueras en determinada superficie del techo, mientras ellos medían desde la parrilla del escenario un ruido bastante significativo que finalmente decidieron aislar con materiales especiales. No faltó quien viendo la extraña escena desde afuera, dio por hecho que el Colón se estaba quemando.

Desafíos continuados

El trabajo prosiguió y en 2006 y 2007 procedieron a medir con estrictas normas internacionales una serie de parámetros en la sala para lograr un cuadro lo más preciso posible de la situación inicial, un mapa acústico muy completo de la sala del Colón. Luego plantearon una secuencia de desarme: retiro de butacas de platea, retiro de alfombra de platea, retiro de butacas de niveles superiores, retiro de sillas de palcos y banquetas de antepalcos, retiro de los cortinados de los palcos, retiro de alfombras de los palcos, retiro de los cortinados de acceso, retiro de las alfombras de paraíso. Luego de cumplido cada uno de estos pasos se realizaba una medición completa para notar las modificaciones ocurridas en relación al estado original y tener registro de ellas. Además, cada uno de los materiales retirados se llevaba al laboratorio en donde se medía nuevamente. Entonces también se llevaban los nuevos materiales que se utilizarían y al medirlos, los resultados obtenidos debían ser iguales a los que se habían traído del teatro.

Estas mediciones fueron hechas de manera tan estricta que recién la octava muestra de telas para los cortinados fue aprobada, dado que las siete anteriores no brindaban los resultados adecuados para reemplazar a los preliminares sin alterar las condiciones acústicas.

El paso final, luego de todas estas mediciones, se dará en los próximos meses, cuando reciban el feedback de los músicos, cantantes y directores que utilizan la sala. Para los ingenieros es fundamental esa devolución y sobre ella harán los ajustes finales.

¿Previsión o azar?

Es la suma de muchas cosas lo que hace que este teatro tenga la acústica que tiene. Una serie de “casualidades” se podría decir, dado que en la época de su construcción aún no existían estudios científicos y sistemáticos de la especialidad lo suficientemente avanzados y difundidos. Aquí, cada detalle cuenta, desde una voluta que en principio puede parecer solo un adorno, el tipo de cortinados utilizados, la inclinación de los pisos. Como explica Basso: “El sonido se difunde de modo parejo y en todas direcciones gracias a la disposición de los palcos y a la profusa decoración en altorrelieve”.

Ambos ingenieros coinciden en la robustez acústica del teatro, que se conservó aún a pesar de algunas acciones históricas de modificaciones en la sala. Por ejemplo, los textiles de las paredes que se colocaron en la década del 30 y cuando en 1978 se retapizó en su totalidad el patio de plateas, sin tener para nada en cuenta en esos momentos la influencia acústica.

Conservando el mejor violín del mundo

Los ingenieros utilizan una bella metáfora para explicar el trabajo que están llevando adelante en el Colón: el teatro es como el mejor Stradivarius que se pudiera fabricar. ¿Qué pasa con este violín fabuloso cuando pasa el tiempo? Se le deben cambiar periódicamente las cuerdas, el puente, quizás el alma, es decir, hacerle una especie de lifting, que lo mantenga sonando en su estado de excelencia. Si se lo abandona, dejándolo con sus componentes originales, se convierte en un objeto de museo, pero no deleita ya con su sonido perfecto, ha perdido vida. “Lo que estamos haciendo en el Colón, es un poco eso – dice Quintana – trabajamos con los cambios necesarios para mantenerlo sonando en su mejor nivel, sin que se pierda su esencia”.

“La acústica es central en todo este proceso que se está encarando”, prosigue le ingeniero. “De hecho, por razones estrictamente acústicas, se rechazaron algunas propuestas de modificación de los muros históricos pertenecientes a la capilla del escenario, así como el reemplazo que se quería hacer de las rejillas de inyección de aire de la platea, aún cuando las originales no logren la mejor distribución y eficiencia térmica”.

En cuanto a la sala, se decidió conservar la geometría en su totalidad, es decir la estructura de la caja escénica y el respeto de las inclinaciones de pisos tanto del escenario como de la platea. Además, todos los procesos que se realizaron son reversibles.

“La preservación acústica es un proceso difícil, pero estamos trabajando de la manera más profesional y sistemática que podemos hacerlo. Hemos realizado todas las mediciones bajo normas internacionales que nos aseguran suma precisión. Además, se consultó a muchos especialistas del exterior y estamos recibiendo un gran apoyo de todos los estudiosos del tema. En general, en el mundo, no se han tomado nunca tantas precauciones acústicas a la hora de restaurar un teatro”, confiesa Basso. “Igual la memoria a largo plazo es muy frágil. Quizás logramos exactamente la misma acústica que antes, y aún así al público habitual le puede llegar a sonar... distinto”, concluye.


La reverberación

En los recintos cerrados, uno de los fenómenos centrales es la reflexión del sonido, que produce fenómenos como el de la reverberación: ligera prolongación del sonido una vez que se ha extinguido el original. El control de este parámetro se suele lograr a través de la colocación de diferentes materiales absorbentes y reflectores acústicos (paredes revestidas en tela, cortinados, tapizados de butacas y alfombras contribuyen al mismo).

El tiempo de reverberación es el periodo que transcurre en un determinado recinto, desde que se produce un determinado sonido, hasta que la intensidad del mismo disminuye a una millonésima de su valor original. Para el Colón, este tiempo es de aproximadamente 1,7 segundos, lo que es demasiado elevado para un teatro lírico, (la ópera requiere índices de 1,4 o 1,5 segundos en función de la inteligibilidad del texto). Aún así, en el Colón se puede comprender lo que entona un cantante, según explica el ingeniero Sánchez Quintana porque más allá del tiempo de reverberación, la sala tiene cerca de 20.000 metros cúbicos de volumen, casi el doble de capacidad que cualquier sala europea para ópera. Es ese espacio que tiene el sonido para expandirse lo que mejora notablemente las condiciones de inteligibilidad del texto.


Para saber más
:

"Preservación de la calidad acústica del Teatro Colón de Buenos Aires" en Revista de Acústica, de SEA (Sociedad Española de Acústica), Vol. 40, Núms. 3 y 4.

1 comentario:

Juan Pablo dijo...

el sol de la mña reverberó en la espada de bronce